martes, 6 de enero de 2015

2. ¿El lenguaje que empleamos es totalmente comprensible para los niños?


   Confeccionar una lista de todas aquellas frases hechas, de todas aquellas expresiones con sentido figurado, que en nuestro día a día - consciente e/o inconscientemente- solemos verbalizar como la manera más adecuada o eficaz para dar sentido a lo que deseamos exponer en la conversación que en ese momento estamos manteniendo sería una tarea interminable no solo porque no es la intención de la entrada del día de hoy sino dada la abundancia de estas expresiones en nuestra lengua (huelga decir que todos tenemos en mente más de dos que solomos apuntar de manera coloquial).

 Muchas veces nos expresamos de una u otra manera en función de la situación comunicativa en la que nos encontremos o en función de a quien tengamos enfrente, mas otras ocasiones no somos del todo conscientes de utilizar frases que pueden inducir a malinterpretaciones si se toman de manera literal, sobre todo, si tratamos con niños, y ya pensando como educadores, sean del ámbito de la educación no formal como de la formal.

 Verdad es que al verbalizar una u otra frase hecha no la vamos a llevar a cabo, pues la estamos pronunciando  con un sentido figurado y no literal, pero tal vez no somos del todo conscientes que cuando tratamos con niños estos aun no entienden el sentido con el que queremos expresarnos y hacernos entender de manera más rápida y coloquial. Y cuando menciono a niños pienso en aquellos con ciertas necesidades educativas especiales que presentan determinadas dificultades de aprendizaje, de comprensión comunicativa. Un ejemplo sería un niño con Síndrome de Asperger que no entiende lo figurado y piensa en la literalidad de nuestras palabras, con lo que la confusión que le puede crear es evidente.

  La riqueza de vocabulario de la lengua que hablamos - sea castellana, catalana u otra- es evidente (y sería otro tema a plantear: qué uso le damos al lenguaje o la presencia o ausencia de ciertas palabras dada la inmensidad de vocabulario de las lenguas) está ahí, es evidente, y he ahí una de nuestras funciones como educadores: trabajar de distinta manera la adquisición y la compresión de las palabras, de las expresiones atendiendo las situaciones educativas que pueden darse en nuestro día a día y que han "promovido" la verbalización de ciertas expresiones, amén de adecuarnos a las características de los niños a los que atendemos.

 Seguramente hay infinidad de recursos con los que tratar la comprensión de ciertas expresiones, cuyo significado los niños no acaban de comprender del todo y les crea, en algunos casos, cierta confusión o recursos varios con los que plantear la adquisición de vocabulario, pero el texto literario que deseo compartir para abordar la cuestión que he planteado más arriba creo que puede ser de interés y una ayuda para toda aquella persona que trate con niños (sea monitor del tiempo libre, sea docente, sea padre-madre).

  ¿Cómo podemos abordar ciertas cuestiones? Este es uno de los interrogantes que solemos plantearnos cuando nuestra intención es enfocar un tema de la manera más atractiva, motivadora y a la vez educativa posible en alguna situación educativa en la que estemos inmersos. Creo que con el cuento infantil ilustrado que comparto en el día de hoy es una buena muestra de recurso que podemos llevar al contexto educativo en el que nos encontremos (adaptándolo asimismo a nuestras posibles necesidades) y que nos invita- como adultos- a reflexionar,  a plantearnos las dudas necesarias acerca de si lo que verbalizamos cuenta con la comprensión necesaria para no interferir en la situación comunicativa entre las distintas personas, entre un adulto y un niño o unos niños, por ejemplo.


Autora: Rocío Bonilla
Título: Cara de pájaro
Año de publicación: 2014
33 páginas
Algar Editorial
ISBN: 978-84-9845-604-2
Cara de pájaro es un cuento infantil ilustrado, obra de Rocío Bonilla, que nos muestra cómo una expresión coloquial puede crear cierta confusión a un niño al no entender el sentido figurado de dicha expresión. 

Y es que cuando, Carrasco, el niño protagonista de esta historia, escucha de una señora que le dice "¡menuda cara de pájaro tienes!" empieza a pensar el porqué le han dicho eso, a mirarse al espejo si realmente tiene esa cara.

 A partir de ahí Carrasco empieza a investigar por su cuenta: a salir por el parque, a mirar otros libros. Opciones todas para descubrir si tiene una mínima relación con el mundo de las aves.
Incluso se atreve a confeccionarse unas alas para descubrir por sí mismo si es capaz de volar igual que los pájaros, algo que descubre que no es así.

   ¿Llegamos a pensar en cómo se siente aquel niño ante determinada frase o en si nos ha entendido cuando nos hemos expresado de una manera sencilla y coloquial -para nosotros, claro- intuyendo que no ha existido ninguna barrera comunicativa en nuestro mensaje?

   Inconscientemente verbalizamos ciertas palabras sin pensar en más allá. Por ello, este cuento que hoy he querido compartir en el día de hoy, sirve no solo como recurso educativo para trabajar ciertas cuestiones relacionadas con el lenguaje, con la comunicación, sino también como un ejercicio de reflexión sobre nosotros, los adultos, en nuestra manera de actuar a través del lenguaje en nuestro día a día.




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